¿Qué es la "agresividad"?
La agresividad se define como una amenaza o acción lesiva dirigida hacia otro individuo. En animales, las conductas agresivas son un medio de comunicación. Los perros y los gatos manifiestan conductas agresivas, amenazas y ataques para resolver conflictos de competencia por determinados recursos (territorio, comida) o para incrementar su potencial reproductivo. La "agresión" describe el comportamiento, pero no nos da información sobre sus motivos o causas subyacentes, que pueden ser diversas.
¿Cómo se clasifica la agresividad?
Las agresiones se pueden clasificar según la víctima a la que van dirigidas o las posturas corporales. Otros que factores permiten describir el tipo de agresión son el motivo del conflicto, el estado reproductivo del animal y el lugar del encuentro.
El término "agonístico" se refiere a la conducta de conflicto o pelea entre animales (normalmente de la misma especie). En estos encuentros se pueden producir peleas, esquives, huidas y posturas y gestos de dominancia o sumisión. Las conductas agresivas también pueden clasificarse como ofensivas y defensivas. En perros y gatos, suele utilizarse la finalidad de la agresión como base para clasificarlas. Así, una agresión puede estar relacionada con la dominancia, la competición, la protección del territorio, la depredación, el miedo, el dolor, la conducta maternal, una conducta redirigida, el juego, el sexo (entre machos o entre hembras) o tener un origen patológico (médica).
Hay que señalar que no hay una causa única de agresión. Por lo general, se combinan diversos factores y estímulos que llevan a un perro o a un gato hasta un punto en que se manifiesta la agresión. Por ejemplo, un perro puede a la vez ser territorial y tener miedo a los niños. Este perro podría mostrarse agresivo sólo cuando esté atado, arrinconado, sin poder escapar y además se le acerque un niño extraño. Si el perro aprende que mordiendo o gruñendo el niño se aleja y, por tanto, consigue lo que quiere, el comportamiento se puede repetir en situaciones similares.
¿Los perros y gatos agresivos son anormales?
Las conductas agresivas pueden ser "normales" pero, cuando tienen como consecuencia una lesión a una persona o a un animal, se convierten en una conducta peligrosa e inaceptable. Cuando se habla de agresión, lo primero a considerar es la seguridad humana. Un informe estima que uno de cada tres niños ha sido "atacado" por un perro, pero sólo un 7% de éstos denunciaron el incidente a la policía. Es importante poder identificar a los perros y gatos agresivos y así prevenir, en la medida de lo posible, incidentes con heridos.
Algunas agresiones sí podrían tener componentes anormales y ser el resultado directo de causas genéticas, enfermedades, factores ambientales, experiencias y aprendizaje. En cualquier caso, deberían descartarse posibles problemas de salud y cambios degenerativos tanto si contribuyen a la conducta agresiva como si no lo hacen.
¿Cómo comunican los perros su comportamiento agresivo?
Observando las posturas corporales y las expresiones faciales de los perros es posible adivinar sus intenciones. Cuando un perro reacciona a una intrusión, el primer signo es el contacto visual directo, como cuando se encuentran dos perros y, en algunos casos, el más dominante mantiene el contacto visual hasta que el más débil mira hacia otro lado.
Un contacto visual directo y prolongado puede ser considerado una amenaza tanto para un perro dominante como para uno sumiso. Los perros que actúan de forma sumisa son aquellos que apartan la mirada y pueden sentirse amenazados por un contacto visual continuado y al final morder a causa del miedo. Un perro dominante y/o enérgico puede reaccionar al contacto visual prolongado sosteniendo la mirada e intensificando su amenaza. En perros con iris oscuro o los ojos cubiertos de pelo esta comunicación visual puede verse dificultada.
¿Qué sucede a continuación?
Si la intrusión o la competencia continúan, el perro irá intensificando la amenaza enseñando los dientes y gruñendo. La amenaza no siempre va acompañada de gruñidos y puede consistir simplemente en la elevación de los labios. En los perros con labios colgantes, pelo largo o barba, estos movimientos labiales pueden ser más difíciles de identificar. La posición de las orejas también nos puede dar pistas sobre las intenciones del animal. Un perro sumiso normalmente desplaza las orejas hacia atrás, igual que lo haría uno con miedo, en cambio, un perro dominante tendrá las orejas erguidas. De nuevo, el reconocimiento de estas posturas puede verse dificultado por la conformación, el pelaje o la cirugía estética.
Al percibir una amenaza, el perro también intenta cambiar la posición del cuerpo. Un perro que está de pie parece "más grande" cuando eriza el pelo a lo largo del cuello y del lomo, levanta la cola y la mueve lentamente de un lado a otro. Otros intentan parecer menos amenazadores aparentando ser "más pequeños", y para ello se agachan, esconden la cola entre las piernas e incluso se tumban. Agacharse y presentar posturas corporales bajas son señales de apaciguamiento con la finalidad de disminuir la amenaza agresiva. Al mismo tiempo que mantienen cualquiera de estas posturas, pueden gruñir o ladrar. Como resultado de estas posturas, la conducta agresiva puede disminuir, aumentar o mantenerse igual.
¿Cómo es un gato agresivo?
Por lo general, las primeras señales son la dilatación de las pupilas y unos rápidos movimientos laterales de la cola, que pueden acompañarse con las orejas plegadas hacia atrás, bufidos o gruñidos. Además pueden golpear con una de las patas delanteras con las uñas extendidas o enfundadas. Otras veces, el gato encoge sus extremidades posteriores como si estuviera a punto de abalanzarse. Si el intruso o competidor no está demasiado cerca o empieza a retirarse, el encuentro agresivo suele terminar.
Los gatos pueden adoptar otras posturas corporales más exageradas que también indican "vete". Con frecuencia intentan parecer más grandes y feroces para resultar más amenazadores. Para conseguirlo se desplazan un poco, de modo que se dirigen de lado al intruso, arquean la espalda, mantienen la cola erguida hacia arriba o recta hacia abajo y erizan el pelo. Pueden bufar, gruñir y aullar al mismo tiempo. En otras situaciones se agachan, mueven la cola atrás y adelante, pegan las orejas a la cabeza, y de nuevo, pueden acompañar estas posturas de vocalizaciones. Cuando anticipan una amenaza seria, los gatos también pueden tumbarse con la espalda contra el suelo y las uñas extendidas, listos para defenderse.
¿Cómo debo responder a estas conductas?
La distancia entre el animal y el intruso puede ser importante para decidir entre una u otra respuesta, y es lo que a menudo se llama la distancia de "huida". Si el oponente está lejos, el animal puede decidir huir, sin embargo, si el contrincante está muy cerca, suele elegir la lucha. Si un animal está arrinconado o atado, es más probable que se produzca la agresión o la pelea, ya que la huída resulta imposible. De modo parecido, cuando se encuentran en su propio territorio la mayoría de los perros y algunos gatos tienen más posibilidades de pelear que de retirarse. Tanto los gatos como los perros llegan a las etapas agresivas con mayor rapidez si alguien se les acerca velozmente y muerden sin que la víctima tenga tiempo de reaccionar. Las agresiones hacia personas por parte de sus propios animales, pueden deberse a que se han aproximan en exceso y demasiado deprisa. Los perros y gatos ligeramente miedosos, tienden a calmarse si la persona no muestra miedo, espera hasta que el animal se serena y entonces le ofrece un premio. En cambio, si se continúa avanzando es probable que se desencadene la agresión física. Permanecer quieto y evitar el contacto visual directo es a menudo la mejor manera para evitar la agresión. Los gatos suelen huir si se les da la oportunidad, aunque algunos se quedan en su terreno y arañan o muerden si se les alcanza.
En algunos casos, aunque la persona permanezca quieta, evite avanzar o se retire, la agresión continúa. Como cada episodio de agresividad depende de la situación, de las intenciones del animal, de las experiencias previas y del tipo de agresión, es necesario proporcionar una historia detallada al veterinario/a para que pueda establecer un diagnóstico preciso y un tratamiento apropiado.